La noche tiene ese… ese que se yo. Tiene esa nostalgia de algún recuerdo romántico, tiene ese encanto que solo los mas encantadores ojos pueden equiparar. La noche, la noche es hermosa, y nosotros nocheros podemos dar fe de eso.
La noche se mueve, la noche baila. Una pollera azul oscuro casi negro, con unas lentejuelas que brillan a lo lejos -llamadas incrédulamente estrellas por algunos soñadores- enamora con ese vaivén agarrada de la mano con la melodía de aquel altanero bandoneón.
Y la luna, la luna, aquella perezosa personificación de lo hermoso, una holgazana, vaga, todo un mes para despertar del todo, y unos días llena, luna llena. Pero a un así, me encanta, ella ríe conmigo, y parece llorar cuando extraño sus ojos. Ella, la luna es ella, nadie mas que ella podría ser, aunque también podrías ser vos, eso depende de tus ojos, pero yo se que la luna es la luna, y la noche, la noche somos nosotros. Y yo, yo soy aquella criatura que le aúlla como desaforado a aquello que se ve no pude alcanzar, pero ahí esta.